domingo, 8 de fevereiro de 2009

REFLEXIONES de Janeth Castejón

Ver el Espíritu


El espíritu respira vida
en cada flor y en cada árbol
y promueve nuestras relaciones
con el Misterio Sagrado de la vida.

La red que nos une.
Es el espíritu bondadoso que tenemos,
la abundante e ilimitada expresión
de la respiración del Creador divino.

El género humano está buscando siempre
la forma de medir el alma,
sin llegar a ver nunca el Espíritu
que hace que la Creación sea un todo.

Los fragmentos descansan en cualquier parte
del mundo natural que conocemos,
pero cuando olvidamos la Unidad,
dejamos de honrar el flujo de la Creación

El espíritu fluye en unidad por
la Fuente de donde nace todo,
visible para cada buscador que
ha hallado la Llama Eterna.

Esa conexión ardiente a la vida
fescansa en el amor que queda dentro,
la Unidad que no nos deja otro remedio
que ver el espíritu en toda nuestra familia.

El alma del Pino


Aquel pino grandioso del parque, acaparó esa tarde toda mi atención, contemplándole me maravillé del mensaje que su alma trasmitía.

Allí estaba él, silencioso, humilde, gigante, bello. Observé despacio, escalón a escalón todo su cuerpo, su vestido desflecado que el viento movía como el de una bailarina, sus brazos, su cabecita…. Su tronco poderoso y vertical, inamovible, elevándose de la tierra al cielo, comunicaba todo su cuerpo. Intuí sus fuertes raíces agarradas a la tierra, trasmitiéndole constantemente vida a todo su ser.

De pronto pensé…..que nuestra conciencia según el nivel en que se encuentre, ve las cosas de forma muy diferente. Mis ojos le recorrieron y supieron que no se veía igual desde las ramas inferiores, las del medio, o las de arriba. Qué diferente era la visión, sin duda… más todas las partes eran bellas y necesarias.

Un pequeño pájaro se colocó en el pináculo de su cuerpo, él era capaz como nuestra conciencia. Podía sostenerse en lo más alto, apenas necesitaba como punto de apoyo una pequeña rama de aquel pino, para contemplar el mundo desde arriba, desde su barquita verde que navegaba por el cielo…. ¿cómo se vería todo desde allí?, ¡qué aires tan limpios respiraría, qué paisaje tan asombroso verían sus ojos! Le admiré más que nunca…. Mi alma contemplándoles, se sentía siempre en paz, fuerte, feliz. Entre la tierra y el cielo, arriba.... bien arriba ella también podía estar, aunque fuese por momentos...

¡Qué bello era todo, desde allí!


Al Sol, nuestro Padre


Contemplo con Amor, gratitud y embeleso al Sol, y recuerdo que estoy mirando con devoción y alegría, sin temor ninguno, con verdadera felicidad, al Señor, al Rey de nuestro Mundo, al Dios de nuestro sistema. Imagen viva del Gran Misterio, causa y origen de todo. Y pienso, qué grandeza, qué voluntad Señor, siempre ahí, siempre dándote, entregándote, desangrándote para todos por Amor. Y qué pequeñez la nuestra a tu lado, tan débiles... Señor, cuánto nos das. Cuánta esperanza y fuerza llega a nuestro corazón humano que se cansa y desespera. Verte, es Renovación, Renacimiento, purificación. Aún tras el gris de estos días de frío paceño, en que cubren tu faz luminosa, grandes y espesos cortinajes grises. Para aquel que te busca en tu casa, en el cielo, una y otra vez, asomas tu rostro resplandeciente, descorres las cortinas, despejas el espacio oscuro y allí estás, para los ojos y el alma enamorada de tu luz, hablando de Victoria, de Juventud Eterna. Recordándonos que tras las ilusiones, que tras la oscuridad momentánea, tu Ser permanece siempre invencible, inviolable, intocable, inmortal en tu presencia soberana, permanente, fiel, serenamente poderosa. Muchas nubes oscuras corren ante ti, como un gran antifaz, el viento las empuja en su incesante viaje, primero por el cielo, recogiendo tu benéfico influjo, luego caerán convertidas en lluvia vertical que fertilizarán las tierras del planeta, purificando nuestra casa, renovando a nuestra Madre. Y todo sigue su curso, camina, navega, vuela, se desliza suavemente por el espacio tiempo. Cuántas cosas, cuántos acontecimientos vividos, cuántas veces hemos venido y nos hemos ido, como las nubes viajeras, cuántas experiencias, cuántas batallas, cuántas vivencias en el alma grabadas, cuántos adioses y reencuentros. Me miro en el espejo y no me reconozco, veo nubes que ocultan el Sol del espíritu. Nubes que deforman el verdadero rostro, hoy envejecido, como un dibujo que se va borrando, poco a poco. Me busco y no me encuentro en esa imagen. Recuerdo los pasos dados hasta aquí, donde estoy ahora, y me parece un sueño, a veces una pesadilla. Los acontecimientos han ido lavando cosas, quitando otras, forjando cualidades, empujando las tinieblas, fortaleciendo virtudes, probando al alma tierna, endureciéndola. A veces, uno se siente perdido, en algunos de esos momentos. En otros se muestra sin nubes, esplendente. Somos, en pequeño, algo así. Como el Sol brillante o el Sol oculto. Sin embargo, siempre hay algo detrás de todo lo que acontece, que Es, que guía, que espera, que resiste, que somos realmente, que está más allá de la ilusoria imagen temporal que llora o ríe, tras su máscara de ilusión y carne. Me busco todos los días y me encuentro al mirarte. Brillante y joven en el cielo, invencible, soberano, silencioso, poderoso, majestuoso en tu sencillez, incansable. Con tus Alas extendidas abrazándonos a todos, derramándote, abierto tu corazón de par en par, para todos tus hijos. En esa luz me reconozco, te reconozco como mi Padre-Madre, mi hogar, mi origen. Quisiera que mi alma volara como un pájaro y llegar hasta ti, para volver a tu corazón y fundirme en tu energía-vida, algún día… para siempre. Ah...todo lo demás son nubes, nubes viajeras que te ocultan a mis ojos por momentos, que me roban la alegría, que me prueban sin cesar con la distancia y el misterio. Más yo sé que eres invicto, que nos amas, que nos forjas con las pruebas de la vida. Más yo sé que tras todas las pruebas, donde las sombras, la adversidad y el frío nos rodean. Tú nos quieres victoriosos. Tú nos apoyas con tu Luz. Tú nos acoges siempre y reconfortas. Renovando el fuego de nuestro corazón. Gracias por tu mensaje constante. Hoy vi con claridad...qué debemos hacer.

(Por Janeth Castejón)

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